sábado, 31 de mayo de 2014

SINOPSIS

Diana llega a Seúl con la ilusión de seguir a su novio Miguel y mejorar su relación a larga distancia. Sin embargo, las cosas no son como esperaba y ahora tiene que sobrevivir sola en una ciudad desconocida. Por otra parte, a su llegada a la ciudad, conoce a un chico frío y solitario de belleza deslumbrante, con quien se encontrará en molestas situaciones hasta que descubre que es su vecino y dueño del departamento...

LLUVIA Y LIMÓN

“Esto no es el final, es un nuevo comienzo”. Diana piensa en esto cuando sale del aeropuerto de Incheon, en Corea. La imagen de la gente pasando de un lado a otro dentro del aeropuerto, queda grabada en su mente. No hay rostros, sólo pasos largos y cortos que se pierden entre los equipajes; risas de reencuentros y lágrimas de emoción. Abrazos, despedidas, saludos. A Diana nadie la espera. Ni una llamada. Ella esboza una sonrisa nostálgica. Pero no pasa nada. En su mente sólo está el recuerdo de todos aquellos pies moviéndose de un lado para otro. Aquí estoy yo, dando mi primer paso ¿será igual para todas esas personas? Ella está en un taxi. Los edificios de Seúl parecen camuflarse con el cielo nocturno. El taxista no habla, tal vez porque es extranjera. Se estremece un poco. Su cuerpo siente el cambio de ambiente. Ya no hay vuelta atrás, se dice. El taxista conduce despacio y avanza entre multitudes de calles desconocidas en medio de la noche. Ella revisa el dinero de su cartera pero no tiene mucho cambio.

 - Disculpe – le dice al taxista en un coreano perfecto- ¿estamos cerca de la dirección?

 El taxista la mira sorprendido por el retrovisor. No esperaba tal fluidez de una extranjera, pero no le dice nada.

 - A unas pocas cuadras. ¿quiere que la deje aquí?
 - Por favor.


El taxista se detiene en una esquina de la calle de Garusugil en el sector de Sinsadong. Diana desciende del taxi y se estira para liberar el estrés. Lleva un jean y una camisa blanca sencilla, su cabello castaño oscuro está atado en una coleta y aparte de su bolso de cuero, lleva en el maletero todo su equipaje y los sueños de una nueva vida. Mira en redondo, la calle está atestada de tiendas de ropa y cafeterías una detrás de otra, en hileras. A su alrededor sólo pasan personas de traje oscuro y ojos rasgados caminando con aire cansado hacia sus casas y mujeres en mini falda riéndose y tapándose la boca con sus delgadas manos. El taxista abre el maletero y baja el equipaje. Diana abre su cartera, saca ocho billetes de 10000 won y se los entrega.


- Que tenga un buen viaje – le dice el taxista y le devuelve el cambio. Diana observa el dinero en su mano por instante, como si buscara en él, algo que parece pasar por alto. Él taxi arranca y en ese instante, ella lo recuerda: ¿cómo llego a esta dirección? Pero es demasiado tarde, el taxi ya ha desaparecido de su vista.




Diana suspira y da una vuelta completa a su alrededor intentando ubicarse dentro de la gran urbe. En frente suyo hay una pequeña callecita limitada por un pequeño restaurante de comida coreana y un almacén de ropa. A su izquierda y derecha un espacioso andén y detrás suyo una gran avenida.

Saca el celular de su bolsillo y revisa la dirección de su nueva casa. Mira a un lado y después al otro. Preocupada, se muerde el labio inferior. No lo queda otra opción más que caminar por entre las calles hasta encontrarla. Resignada, agarra su maleta pero está tan pensada que la deja caer de inmediato.  Frente a ella la noche parece pasar más lentamente y la callejuela, de alguna manera, se torna más infinita. Intenta sacar la manija de la maleta pero es inútil. Está atascado. “¡Mierda!” Dice. Se agacha un poco he intenta halarla unas cuantas veces. Inútil. De repente, unas botas militares aparecen de la nada, primero una y después la otra. Se asusta. ¿Será la policía? Sube la mirada lentamente. Un jean gris oscuro y una camisilla del mismo color debajo de un grueso gabán azul oscuro. ¿Y después? Un rostro. Un rostro como los ángeles. Tan cerca, tan cerca de ella. Traga saliva con pesadez. Unos ojos almendrados, grandes y negros como la tinta china chocan contra los suyos.

 Por un momento olvida respirar y en ese instante sólo lo contempla a él que la mira fijamente con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Su corazón late con fuerza y sus mejillas se tornan cálidas. Se aparta y se alejan. El chico saca lentamente su mano derecha del bolsillo y señala la maleta.

 - parece pesado ¿necesitas ayuda? Su voz es gruesa y fuerte. Confiada. Diana se paraliza y carraspea un poco la garganta para aclarar su voz.

 - ¡Qué va! Si lo que esto necesita es sólo un poco de fuerza – le dice intentando sacar de nuevo el arnés con todas sus fuerzas pero queda totalmente en ridículo.

 - Si sigues así dañarás la maleta y te lastimarás las manos.

Diana se detiene y se observa las manos las cuales ya comienzan a enrojecer. Él se agacha y examina un poco la maleta por ambos lados.

 - No está rota. Parece que algo dentro la atascó.
 - ¿tengo que sacar las cosas?
 - No creo que sea necesario El chico se levanta y agarrando el arnés con fuerza, lo saca de un tirón. Diana lo mira sorprendida.
 - ¡vaya! ¡muchas gracias! Me has salvado de llevar cargando esta cosa por todo corea.
 - No es nada.

Pero antes de que él continuara su camino, Diana recuerda algo y lo detiene.

 - ¡espere! – Él regresa su mirada. Diana se pone nerviosa – pues… ya que me has ayudado con esto de la maleta y como que hemos intimado más… ¿podrías ayudarme con esta dirección?

 El chico se acerca y la analiza. Vuelve su mirada hacia ella pero Diana, con su cuerpo erizado, desvía la suya. El chico no dice nada, y en cambio, empuja la maleta un poco hacia atrás y se adentra en el callecilla. Diana lo sigue de inmediato.

 - ¿va a acompañarme?
 - Si le digo por dónde ir, tal vez se pierda. Sólo recuerde bien por dónde vamos.

 En el camino, y de vez en cuando, Diana se vuelve hacia él intentando consumir aquél corto instante. Lo mira en detalle. Es un hombre joven, tal vez unos veinte años, es alto y esbelto, con una mirada profunda y un perfil bien tallado. Su cabello es de un tono rojizo con un corte profesional y su apariencia es similar a un modelo de revista. Diana lo imagina con su cabello tirado hacia atrás, un traje pret a porter y una bella rubia a su lado. Si, definitivamente es de ese estilo. Y también posee un aura irreal, porque su belleza traspasa el límite de la irrealidad. Pero todo es real, él lleva su maleta y ella camina a su lado por una calle que huele a kimchi y a soju.

 - ¿recuerda la ruta? – le dice él con la mirada fija en el camino
- ¿eh?... - Diana estaba tan concentrada observándolo que ha olvidado recordar el camino - ¡ah!... claro, claro. ¡pero si no es tan difícil! – miente avergonzada.



 Siguen caminando unos minutos más. Bordean algunos restaurantes, siguen derecho por otras tantas tiendas de ropa. Al poco tiempo, se detienen frente a un edificio blanco de siete plantas justo al final del camino. El edificio no parece antiguo, pero luce bastante viejo y desgastado como un hombre joven golpeado por la vida. La planta baja es un parqueadero abierto abarrotado de carros y bicicletas de todo tipo y tamaño. Tras franquear la puerta metálica de la entrada, entran a un pequeño y oscuro recibidor. Algunas macetas con frondosas plantas reposan en las esquinas y las paredes ya están descoloridas. El recibidor da la impresión de estar abandonado desde hace mucho tiempo. Sobre la barra yacen acumulados unos periódicos viejos y partes de bicicletas. Lo único que no luce desgastado son las escaleras ubicadas al fondo. El piso parece ser brillado con frecuencia y los pasamanos están limpios. El chico avanza y sube las escaleras sin ningún esfuerzo. Uno, dos… cuatro… siete pisos. En su frente no hay señales de sudor y su respiración no se escucha acelerada. Deja la maleta en el suelo.

 - ¿Cuál es el número?

 Diana revisa su celular.

 - 701

 El chico agarra de nuevo el equipaje y se detiene justo en un departamento frente a la escalera. En el piso siete sólo hay dos departamentos, uno al lado del otro como gemelos. Ella digita la clave en la door lock de la entrada. La puerta se abre con un pitido de comprobación. El chico entra y la deja en el recibidor.

 - Muchas gracias – le dice de nuevo – perdóneme por hacerle caminar hasta aquí.
 - No es nada – repite él. – los fideos de la esquina son buenos, por si te apetece comer.
 - ¿ah, si? Quizá en otra ocasión, he tomado un taxi y sólo me he quedado con 2000 won. ¿sabes de alguna casa de cambio cercana?
 - Caminas derecho dos cuadras y volteas a la izquierda, al lado de una pequeña tienda, encuentras uno
 - Gracias – le dice ella - ¿Quieres algo de tomar?
 - No gracias. Tengo que irme.

 Y el chico sale y la roza un poco. Siente su aroma, un aroma a lluvia y limón.

 - Buenas noches - Y se va corriendo por las escaleras.

 Diana sonríe. “Ah... ¿Cuál era su nombre?... No lo sé. Mierda”.

 El departamento es sencillo y cómodo. En la entrada, hay un pequeño espacio para guardar los zapatos tal y como muestran en las películas. El piso es de madera y las paredes son delgadas. Desde la entrada se sigue por un pequeño corredor que desemboca en una pequeña sala. Al lado izquierdo hay otro corredor, con un cuarto de un lado y el baño del otro. A la derecha se encuentra la cocina separada de la sala por un mesón de madera. Diana abre las cortinas. La luz de las farolas iluminan el departamento y se da cuenta que no tiene tan mal paisaje. Los techos y azoteas de las casitas de Seúl parecen pequeños retazos de cemento iluminados por las luces de la ciudad. Del armario saca algunos ibul y los extiende en medio de la sala. Mira hacia el techo. La sombra de los carros que pasan opaca la luz de la calle. Diana agarra su celular y lo prende. No hay llamadas perdidas. Siente un vacío en su corazón ¿por qué no la ha llamado? Y luego empiezan aquellas suposiciones que se hacen cuando algo va mal y ella imagina que a lo mejor está ocupado y ha olvidado su viaje o que se ha quedado dormido esperándola. Mientras da vuelta a todos estos pensamientos, busca en el directorio de contactos hasta encontrar su nombre: “Miguel” Ella lo lee y lo relee, separando en su mente cada una de las letras mientras su pulgar juega entre llamarlo y no. Pero al final, se rinde y apaga su celular. ¿Desde cuándo ha sido así de temerosa? Diana, la mujer resuelta y segura de sí misma, la de las ideas locas y de decisiones arriesgadas ¡ha tenido miedo de hundir un solo botón! Avergonzada de sí misma, arroja su celular a un lado y se mete dentro de las cobijas. De repente, viene a su mente la imagen de aquél chico guapo. Sus ojos negros como el carbón, su mirada profunda y fría como un lago congelado, su espalda ancha y su piel perfecta, como él. Recuerda su aroma de lluvia y limón. Un aroma que no puede ser imitado porque está perfumado de sí mismo. El chico que huele a primavera. Sonríe. Y en medio de sus pensamientos, Diana se queda dormida.

NOTAS DE LA AUTORA:  Hola! espero que hayan disfrutado de la primera parte de esta historia, la cual, es bastante planeada jejeje La trama está basada principalmente en una sucesión de sueños que tuve hace mucho tiempo y que me gustaría plasmarla en este blog. Espero que se hayan interesado y continúen seguir leyendo esta historia.



ESTO NO ES PARIS

Diana parece perderse en medio de la multitud. Todas las personas caminan a paso rápido mientras hablan por celular; otras, se desplazan entre la gente con algún expreso de Starbucks en la mano. Los claxon suenan, los rascacielos están inundados de propagandas de todo tipo de productos. Hay jóvenes con extraños atuendos repartiendo volantes a diestra y siniestra. La gente sigue adelante con sus miradas fijas en el suelo, preocupados cada uno de sus propios asuntos y aquellos que andan despacio parecen ser arrastrados por los que tienen afán. Su nuevo trabajo no queda lejos de casa. Tal vez a unos quince minutos caminando, sin embargo, va tarde. Espera impaciente el eterno semáforo. Rojo. Verde. Diana corre tratando de abrirse paso entre las personas. Choca con alguien y siente algo caliente en su pierna. Pero no tiene tiempo, se gira y grita un “lo siento” y sigue corriendo hasta un edificio moderno, con grandes ventanales a lado y lado y cubierto de enredaderas. Las personas entran y salen como hormigas, se saludan con una pequeña reverencia y siguen su camino. En el interior todo el ambiente es cálido, luces amarillas, paredes de ladrillos, mesas de madera, puertas pesadas de vidrio grueso. Sube las escaleras hasta el tercer piso, cruza varias mesas con personas reunidas arreglando proyectos y tableros gigantes con algunos recortes de decoraciones hoteleras. Entra en un gran espacio con más mesas y más personas discutiendo y escribiendo en sus computadoras. Al fondo, una oficina con una puerta grande de madera y en un rincón, una secretaria la mira con atención.

 - Buenos días – le dice la secretaria - ¿le puedo ayudar en algo?
 - Sí. Soy la empleada nueva – le responde.
- ¡Ah! Si, espere un momento por favor.

 La chica coge el teléfono, marca un número, habla unos segundos y la hace seguir. Diana entra un poco tímida por el retraso. En la oficina principal, un hombre bajo y moreno habla por celular de frente a la ventana. Diana mira su pierna y encuentra una gran mancha de café en su falda roja. “mierda”, piensa e intenta tapar aquella mancha con su bolso. El hombre cuelga y la mira sonriente. Tiene un rostro amable y su peinado está un poco pasado de moda.

 - Ah! Usted debe ser Diana! Bienvenida. Sígame por favor. Mi nombre es Kim Sangwoo y soy el jefe de esta sección. El ingeniero Lee me habló muy bien de usted, espero grandes cosas.
 - Si, espero que en el futuro usted tenga las mismas expectativas que el ingeniero Lee tiene sobre mí

  Diana le sonríe. El jefe kim la observa detenidamente y parece contento. Ambos salen de la oficina y se detienen en el lobby principal abarrotado de mesas y personas. Todos la observan con curiosidad y susurran entre ellos. No es común ver a una extranjera trabajando en una oficina coreana.

 - Preséntese por favor – le dice mientras señala a sus empleados - Mi nombre es Diana. Vengo de Colombia y hace poco llegué a Corea. Haré lo mejor que pueda. Y finaliza con una reverencia. Todos aplauden y dicen al unísono “bienvenida”. El jefe kim le indica su nuevo puesto de trabajo. Diana se acerca, prende el computador y angustiada, sale en busca de un baño.

 La mancha es terrible, de haber puesto atención al camino la noche anterior no se hubiera perdido. Coge un poco de papel higiénico, lo humedece con agua e intenta limpiarse un poco. Una chica de cabello corto y rostro delicado entra al baño y le extiende un pañuelo. Diana la observa y le sonríe.

 - Gracias
 - Todos tenemos un mal día – le dice la chica con un tono amable.
 - Es verdad. Pero no esperaba que fuera el primero.
 La chica se ríe cubriendo un poco los dientes con su mano.
 - habla usted muy bien el coreano. ¿ha vivido mucho tiempo aquí?
 - No. Es la primera vez que vengo a Corea pero lo estudio hace algún tiempo.
 - ¡Increíble! Mi nombre es Yuri Lim. De ahora en adelante seré tu sumbae. Si necesitas alguna ayuda no dudes en decirme por favor.
 - ¡Muchas gracias! ¡Qué chica tan agradable y bonita! Piensa Diana y le regala una sonrisa.

Antes de salir, Yuri se detiene ante la entrada como recordando algo y regresa hacia ella

- Oye… ¿Esta noche tienes algún compromiso?
 - No ¿por qué? ¿Pasó algo?
- No, nada de eso. Mis compañeros y yo vamos a ir esta noche a un pequeño restaurante cerca de aquí y nos pareció que deberías ir para celebrar tu primer día de trabajo – dice Yuri con un poco de picardía
- ¿una cena? ¿en serio? No, no. Está bien, mi intención no es incomodarlos.
 - No es ningún problema. Es una costumbre de nosotros. ¿irá, verdad?

 Diana no está muy segura, pero acepta encantada. Yuri se ríe y se organiza un poco el cabello ante el espejo.

 - Entonces, nos vemos a la salida ¿si?
 - ¡Claro!

 Ya entrada la noche, Diana se reúne con Yuri y caminan juntas hasta un pequeño puesto de comida callejera cerca del trabajo. Es una carpa grande y modesta de color rojo con ocho mesitas metálicas y varias sillas plásticas esparcidas aquí y allá. Una mujer de edad prepara osam bulgogi y algunos odeng mientras que una chica más joven lleva algunas botellas de soju a las mesas. Todos los puestos están ocupados por asalariados que buscan relajarse al final del día, y a pesar del frío nocturno, el sonido de sus risas y las copas que chocan en el aire, parecen actuar como un calefactor natural. Al fondo del local, Diana distingue a algunos compañeros de trabajo que se ríen mientras se pasan algunas copas de soju. En la mesa hay unas porciones de kimchi , samgyeopsal y tteokbokki ya empezadas. Yuri se detiene en frente de todos y, como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo, nos dan la bienvenida



Diana da una pequeña reverencia y los saluda a todos. Un chico levanta un par de maletas y se sientan juntas en el extremo de la mesa. Hablan un poco y se ríen. La presión del nuevo día de trabajo desaparece. Yuri le presenta algunos compañeros. Todos le hacen algunas preguntas de rigor sobre su país, que opina del suyo, cómo aprendió coreano y Diana les responde lo mejor que puede. Encima de la mesa, todos los platos crispan humeantes. Ella los observa con un poco de temor. Ha escuchado lo picante que es la comida coreana, su lengua se humedece y tiembla un poco. El picante nunca ha sido su fuerte, pero tendrá que acostumbrarse.

 - ¡señora! – la chica joven viene de inmediato – dame una botella grande de agua… no, mejor dos.
 Todos la observan y se ríen.
 - ¿no te gusta el picante? – le pregunta Yuri divertida mientras se lleva un pedazo rojo de kimchi a la boca. - Realmente, no. Soy un poco cobarde.
- ¡qué mal! No comas, si no quieres
- No, no. Quiero comer. Viviré aquí por algún tiempo así que tengo que acostumbrarme.
 - ¡Eh, Maknae ! – grita un chico de cejas tupidas y un poco bajo a Diana- ¡tienes que beber y comer hoy hasta morir!
- ¡Calla, ji hoon! – le grita Yuri – debes darle tiempo para que se adapte

 La joven llega poco después con las dos botellas de agua y las deja sobre la mesa. Diana se arma de valor y abre una de ellas. Todos paran de comer y la observan. Diana agarra un poco de kimchi con los palillos y sin pensar en nada se lo mete a la boca. El repollo cruje en su boca. Al poco tiempo una onda de calor se expande desde su estómago hasta su boca y sus ojos se vuelven llorosos. Su lengua se retorcija y comienza a dolerle. De inmediato agarra una botella de agua y la bebe con avidez. Todos se ríen divertidos. Después de un tiempo, entre comida y comida y varias botellas de soju, hablan del trabajo, de los proyectos, del estilo del jefe Kim. Diana bebe tanto que no puede distinguir nada. El soju es tan suave que no tiene el sentido de la proporción y comienza a sentirse mareada. Al terminar de comer, una parte del grupo decide irse al norebang, pero Yuri y ella deciden volver a casa. Todos se despiden felices y dividen el camino.

 - Me da mucha felicidad conocerte – le dice Yuri con su sonrisa radiante – siempre quise conocer a una latina y bailar salsa como muestran en la televisión. Pero ya ves que soy demasiado enclenque.
 - ¿qué? ¡pero si eres muy linda! Si quieres bailar salsa ven a mi casa y te enseño
- ¿hablas en serio?
 - Muy en serio
 - ¡Eres un amor! – Y Yuri abraza a Diana quien la contempla un rato y estalla en risa.
 - ¡Tu cara está tan roja! – se burla. Yuri cubre sus cachetes con la palma de sus manos.
 - ¡¿En serio?! – y su cara se ruboriza más de la vergüenza
 - Tengo la cara tan caliente, parecemos dos tomates asados.

Y ambas estallan en risa, avanzando en zig-zag por la calle, arrastrando sus carteras y apestando a alcohol.

 - Ahora tomo un taxi hacia la estación. ¿te queda cerca? – le dice Yuri.
 - No, gracias. Mi casa queda muy cerca de aquí. Cuídate mucho.
 - ¿estarás bien sola?
 - Vamos que no estoy borracha
 - Llámame cuando llegues a casa
 - Te lo prometo

 Yuri toma un taxi a toda prisa, su cara se mantiene sonriente y se despide hasta que el taxi arranca a toda velocidad. Está en casa. Todo está en silencio. Diana abre la ventana y prende un cigarrillo. Sólo fuma cuando se siente mal o cuando está muy feliz. No hay intermedios. Entonces piensa ¿por qué estoy aquí? Respira hondo tratando de curar el mareo del alcohol. Es verdad. Maldito idiota. Abre de nuevo su celular, pero no hay mensajes. ¿qué es esto? ¿ni una llamada? ¿ni un solo mensaje? Respira hondo de nuevo y estrella el cigarrillo contra el marco de la ventana. Alcohol y tristeza no son buena compañía. Abre de nuevo el móvil con la intención de llamarlo, pero en la acción, su mano tiembla un poco. No quiere ser la primera en buscarlo, si en verdad desea verla tendrá que llamar algún día ¿no? Diana se siente frustrada. Los motivos por los cuales ha ido a Corea cada vez son más difusos. Parece que para él, una relación de seis años no vale nada. Diana siente un fuerte impulso de arrojar su celular lejos de allí, en donde no pueda ver aquél número de nuevo. Las lágrimas comienzan a manar de sus ojos. Y en ese instante, entra una llamada. Miguel. Ella queda viendo su número en la pantalla como una ilusión. Ya ha sonado tres veces y como respuesta desesperada, contesta a la cuarta. Todo silencio.

 - Hola – dice ella tan seria como puede serlo.
 - Que tal – le dice él.
No, no es una ilusión
 – ¿estás llorando?
 - No, sólo tengo un poco de gripe
 - ¿ya estas mejor?
 - Claro.
- Cuándo llegaste?
 - Ya no importa.
 - ¿estás enojada?
 - ¿debería estarlo?

 El chico tarda en decir algo. Parece estar pensando en algo al otro lado de la línea.

 - Cariño, he estado muy ocupado con el trabajo. Pero no dejo de pensar en ti. ¿sabes cuántas veces te he pensado hoy? Más de veinte y…
- No parece que me hayas pensado mucho si me llamas dos días después de llegar
 - Cariño, no pienses así. Tenía todo preparado para ir a recibirte al aeropuerto pero estoy ocupado con mi trabajo. ¿podrías entenderme? Mejor tarde que nunca
- Miguel. No quiero hablar contigo ahora. Llama más tarde si quieres.

 Hubo un silencio en la otra línea. Y el sonido de los segundos siendo consumidos por su respiración pausada.
 - Tienes razón. Perdóname. Prometo que no volverá a suceder. ¿ha empezado tu trabajo, no? ¿Cómo te fue?
Diana suspira profundo. No quiere empezar una nueva pelea y decide perdonarlo.
 - Es un buen lugar. Mucho mejor de lo que esperaba. Mis compañeros de trabajo son agradables.
 - Te extrañé – dice de repente Miguel desde la otra línea.

El cuerpo de Diana tiembla un poco. El mareo desaparece de repente y el aire fresco comienza a circular de nuevo en sus pulmones. “¿te extrañé?” si tanto la extrañaba ¿por qué no fue al aeropuerto a recibirla?, ¿por qué no la llamó?”… Siente un nudo en la garganta pero quiere verlo. Todos sus pensamientos amargos parecen esfumarse con aquellas palabras “Te extraño” y el motivo para venir a aquél país cobra sentido.

 - Yo también – responde ella. Lo dice de corazón.
 - ¿tienes algún día libre?
 - Si.. ehm… el viernes por la noche está bien
 - Perfecto. Te enviaré la dirección por un mensaje. Nos vemos… amor.

 Ella cuelga primero y contempla el paisaje animado de Seúl. No es París pero mientras tienes a alguien a quien amar, cualquier ciudad puede llamarse la ciudad del amor.

NOTA DE LA AUTORA: !Qué difícil es encontrar amigos en una nueva ciudad, adaptarse a una nueva cultura y empezar un nuevo trabajo! ¿alguna vez les ha pasado lo mismo? ^^
Por otra parte, me parece que tengo que explicar un montón de cosas en este capítulo:

Osam Bulgogi: es calamar con cerdo salteado

Odeng: Pastel de pescado o embutido de pescado.

Kimchi: Col fermentada


Samgyeopsal: Rebanadas de carne aliñada y a la parrilla la cual se envuelve en una hoja de lechuga.



Tteokbokki: Pasta de arroz, carne, huevos, condimentos y salsa picante.




LA MUJER DEL JAZMÍN



Mei nada por debajo del agua y emerge a poca distancia de él. El único eco en la piscina del hotel que se escucha es el de la bocanada de aire que toma antes de sumergirse de nuevo. Miguel observa las piernas de Mei moverse como sirena debajo del agua y su cabello negro y lacio meciéndose como algas al compás de sus movimientos.

 - ¿aún queda vino en la botella? – le dice Mei con un excelente inglés y echándose su pelo hacia atrás.
 - Ya no queda – le responde él – el último sorbo es el que tengo en esta copa.

 Y le enseña la copa casi vacía que sostiene en su mano. Mei estira su mano para agarrarla pero Miguel extiende el brazo lo más alto que puede y la copa queda tan arriba que Mei no puede alcanzarla.

 - ¿qué haces? – Mei se ríe e intenta saltar lo más alto que puede pero no logra cogerla - ¡vamos, dámela!
 - ¿por qué te daría yo el último sorbo de vino que me queda?
 - Sabes que me gusta el vino
 - Y entonces…
 - Sé que al final me la darás
- No se da nada gratis en la vida
 - ¿qué quieres?
 - ¿qué me darás?

 Mei se acerca un poco más y le rodea el cuello con sus brazos. Lo mira fijamente, con malicia. Miguel se siente emocionado. Puede oler el aroma a jazmín de Mei ¡si Diana tuviera algún olor sería maravilloso! Si… las cosas serían muy distintas. Posiblemente no estaría en ese momento con Mei sino en los brazos de Diana, extasiándome en el aroma de su pecho. Sostiene a Mei por su pequeña cintura y acerca sus labios a los de ella. Un beso suave con un toque a cloro del agua. Un beso fresco. Y Miguel se siente extraño. No siente culpa. Miguel le sonríe y le entrega la copa de vino. Mei, en un solo trago, lo termina y deja la copa en el borde de la piscina.

 - Como siempre, eres tan buen negociante. Eso es lo que más me gusta de ti.
 - No soy tan bueno como ustedes.
 - No. No. Hacer negocios con nosotros no es fácil, exigimos muchas cosas, siempre queremos ganar en casi un 90 por ciento. Somos cuidadosos y escurridizos. Pero tú… tú no paraste aquella vez en Shanghai, mi abuelo trataba de ofrecerte cantidad de cosas y tú siempre respondías. Era como ver a dos serpientes atacándose una a otra.
 - ¿quién crees que va a ganar?
 - Está en un empate. Ya no es una situación que se pueda medir con la fuerza o la resistencia. Ahora es quién de los dos tiene el mejor As bajo la manga – dice Mei a la vez que juega bordeando con el dedo la base de la copa.
 - ¿estarás de mi lado?

Mei no responde. Avanza hacia él mirándolo directo a los ojos y lo besa de nuevo.

 - Esa lucha no depende de mí – le dice

 Miguel, como siempre, no puede delatar nada en los ojos almendrados de Mei. En su mirada no hay expresiones, como si su pupila fuera una réplica del muro de Berlín. Lo que hay detrás es un completo enigma ¿será aliada? ¿será enemiga?. No hay información, datos insuficientes. Mei, sale del agua y camina hacia la silla donde hay dos toallas dobladas y unas batas de baño. Miguel la mira marcharse sin hacer ningún movimiento. Desde lejos, Mei parece la actriz de “el tigre y el Dragón”, pero más altiva, más orgullosa. Mei, aunque no sea la belleza mundial de China, posee algo cautivador y embriagante. Una vez que la conoces, no puedes dejar de verla. Miguel no puede saber exactamente qué siente por ella. Fijación, lujuria, alguna extraña magia china, pero cuando está con ella, Diana parece desaparecer de su mente hasta no ser más que un espejismo o un recuerdo muy lejano.

 Mei desaparece en el pasillo que conduce a los vestidores y de repente, como la llave del grifo, su verdadero yo sale a flote. ¿o será su falso yo el que corre? Miguel sale de la piscina y seca su cuerpo con la toalla. Su reloj, está a un lado. 9:00 pm. El aroma de Mei se ha impregnado en su cuerpo. Y en ese momento se siente realmente culpable. ¿pero acaso él es el culpable? La relación con Diana se había tornado monótona. Ya no había nada que descubrir el uno del otro, son casi como familia. Y hace dos años no se veían. Miguel recoge el reloj y se dirige a los vestidores. No hay rastro de Mei. Una llamada entra a su móvil

 - ¿todavía sigues nadando?
- No. Estoy cambiándome. ¿ya saliste?
 - Estoy en la habitación. Me ha llegado un mail. Parece que mi hermano ha llegado de improviso al hotel ¿podríamos dejar la cena para otro día? Seré buena contigo
- Claro.
 - ¿estás molesto?
- No. No. Sólo estoy un poco cansado.

 Mei cuelga. A la salida, la piscina parece ser más grande y el aire más frío. Así es la personalidad de Mei, como un agujero negro que lo atrae todo, distorsionándolo a su manera. Miguel sale del hotel y coge un taxi. Aunque tiene una mortal atracción hacia Mei, aún no puede confiar en ella. Para Miguel, la vida es como los negocios, no puedes dejar ir una propuesta para tomar otra. Hay que mantener los dos mangos de la olla en ambas manos y batirlos al mismo tiempo y sólo una de ellas tendrá la mejor cocción.

 - ¿a dónde se dirige? – le pregunta el taxista
- La torre de Nansam por favor.

NOTAS DE LA AUTORA:  Se me había ocurrido que los posibles actores para Miguel y Mei son Manolo Cardona y Ziyi Zhang. ¿ustedes serían capaces de mantener una relación a larga distancia?



UNA MANCHA DE CAFÉ



Viernes. Viernes por la noche. Viernes dinámico, romántico, relajado. Diana llega al restaurante sobre la torre de Nansam. Tiene un vestido negro, strapple que acentúa sus curvas latinas y su cabello suelto que cae en cascada sobre sus hombros. El lugar está lleno de gente con clase y la vista de la ciudad es maravillosa. Mira a través de las mesas y lo ve allí, sentado, mirando algo en su celular para pasar el tiempo. Ella se le acerca un poco nerviosa. Él la ve y le sonríe. Apaga su celular y lo deja a un lado, se levanta y le da un beso en la mejilla.

 - ¿has esperado mucho tiempo?
 - Cinco minutos – responde él.

Esta elegante, con un chaleco negro sobre una camisa blanca. A leguas se ve que le va bien – estas hermosa- le dice Diana sonríe. No puede imaginar algo mejor. Ver a su novio de tantos años delante de ella y tan guapo… Coge la carta y la mira de arriba abajo. El camarero se acerca y Miguel pide vino tinto junto con dos platos de pastas.

 - Todavía no me acostumbro a que estés aquí – le dice de repente
 - ¿Qué quieres decir con el “no me acostumbro”?
 - Hace un año que no nos vemos. Estaba enseñado a tus llamadas telefónicas

Ella sonríe.

- Te seguiré llamando aquí. ¡Y mejor aún! ¡Nos podemos ver!
- No tenías que hacer esto por mí.
- ¿qué cosa?
- Venir aquí, a Corea. Conseguirte un trabajo y dejarlo todo…
- No lo hice sólo por ti, también quería cambiar de ambiente.

 El camarero llega y sirve el vino.

 - ¿Cómo va tu trabajo? – le pregunta Diana
 - Bien. Ahora estamos en un proyecto con China. Queremos expandir el mercado y China está abriendo sus puertas.

 Diana lo detalla. Sus cejas tupidas, su barba no muy larga, ojos cafés, dientes blancos, estilo, mucho estilo. No era extraño que lo eligieran para representar a una prestigiosa compañía. Como buen colombiano sabe cómo hablar, se expresa, mueve sus manos con elegancia y sus ojos poseen ese brillo que encanta. De nuevo, hablan de sus sueños, él sonríe y le dice que se alegra tener a alguien con quien hablar en español y que la extraña y que la desea. Diana se sonroja y vuelve a creer en esa esperanza del amor que hace algunos días comenzaba a olvidar. Cenan. Hablan. Sus ojos se encuentran. Besos y más besos en medio de tantos espectadores que los observan extrañados. Salen del restaurante y caminan a lo largo del río Han iluminado por un puente lleno de colores. Algunas parejas caminan llevados por el amor, como ellos. Se sientan, hablan y se ríen recordando viejos tiempos. Él va al departamento de Diana y se dejan embriagar de amor y ella se siente feliz, plena. Se besan, dos bocas perdidas se resbalan, se encuentran, no se detienen, porque se aman y siguen, siguen así hasta que la noche se vuelve una espectadora más. Diana está decidida, hambrienta, divertida. Atrae a Miguel hacia sí ávida de deseo, su boca se entreabre exhalando leves quejidos de pasión. Y se deja ir dejándose conquistar por Miguel que conoce más su cuerpo que ella misma y continúan así, consumiéndose el tiempo que se vuelve una aliada y desgastando sus corazones sin saberlo. Más tarde, Miguel se levanta y se viste. Diana lo ve recogiendo sus cosas esparcidas por el suelo.

 - ¿te vas tan pronto?
- Si, mañana tengo una reunión muy importante con los chinos y no quiero que me vean trasnochado – dice Miguel mientras se abrocha el pantalón.
 - Y… te vas así no más
 - No te preocupes que estaré contigo en muy poco tiempo.

 Diana no sabe si sentirse tonta o desgraciada. ¿ha estado con un tipo como éste durante seis años?. A pesar de que quiere creer en sus palabras aún hay tan algo vacío en sus respuestas que no puede sino percibir la “presencia” de algo más.

 - ¿Y cuándo nos vemos? 
- No lo sé cariño. Tengo una agenda muy ocupada pero te estaré contactando.

 Diana no lemdice nada y lo mira fulminante. Miguel le da un beso pero ella no le corresponde. “Adiós”, le dice y la puerta se cierra a los poco minutos. Ella se recuesta cubriendo sus ojos con el brazo. Sus palabras suenan tan inciertas como las del chico que predice el clima. Aun cuando estuvieran en la misma ciudad, él no tiene tiempo para ella. Otra vez, semanas de agonía sin tener noticias de él y citas clandestinas como dos adolescentes que temen ser descubiertos.

Es interesante ver como la presencia de una persona puede desolar aún la casa más estrecha. Después de que Miguel se fue, Diana sólo pudo escuchar el sonido de los carros en la vía y sentir la compañía del silencio. Quería quedarse allí y dormir hasta que el hambre la moviera. El tiempo fue pasando despacio como siempre hace cuando alguien se siente solo. Los ojos comienzan a humedecérsele pero intenta contener las lágrimas que intentas escapar. No hay por qué llorar. Eso la haría sentirse más débil, más sola. Se levanta y va a la cocina por un poco de soda, pero no hay nada. Ha olvidado comprar algunos víveres y decide salir a la calle. Diana camina por el callejón, suspirando, pensando, pero las ideas parecen escapársele. A lo lejos ve un dispensador de gaseosa. Tantas marcas: sprite, coca-cola,fanta, algunas no las reconoce. Mira una por una. No sabe cuál elegir. Ya estresada se decide por una coca cola. Mete las monedas en la ranura. Clinc. Funciona. Ella aprieta el botón y la lata de coca cola cae en la bandeja. Pero antes de que ella pudiera recogerla, otra mano se adelanta. A su lado, un muchacho alto, blanco, con el cabello de un tono rojizo, perfil perfecto. Y ese aroma, el aroma a lluvia y limón. Ella lo queda mirando atónita y no puede creerlo. El chico ha abierto la lata y ahora la bebe a grandes tragos, con desenvoltura, como si sólo estuviera ejerciendo un papel para algún comercial de coca cola.

 - ¡Oye!... ¡Tú… como te llames! ¿qué estás haciendo? ¿estás loco? – le grita en español con una cara atónita.

 El chico termina de beber la soda. Y se acerca hacia ella caminando lentamente hasta acorralarla contra la máquina. Ella lo mira, ahora luce distinto a aquella vez. Lleva una camisa morada oscura con algunos botones abiertos dejando ver un pecho bien torneado, unos pantalones negros y en su oreja uno pendiente de chrome hearts. El chico la mira fijamente como si detallara el cuadro de una galería. Diana también lo mira a los ojos y siente que su mirada es extraña. Los ojos de él son tan profundos como el mar pero carentes por completo de expresión. Temerosa de hundirse en ellos, desvía su mirada y se echa a un lado, lejos de él.

 - ¿Qué quieres? – le dice
 - Que me pagues lo que me debes
- ¡¿Qué?! – Diana no lo puede creer - ¿por qué me dices eso? No te debo nada.
- ¿no lo recuerdas?

 Diana lo observa un minuto y trata de recordar pero no hay archivos en su memoria.

 - ¿estás cobrándome tu ayuda el otro día? – le responde finalmente

El chico la mira exasperado y da un hondo suspiro. A sus pies, se encuentra una maleta deportiva. El chico le entrega la lata vacía, se agacha y la abre. De su interior saca una camisa blanca escolar con una gran mancha de café y se la enseña. Diana lo entiende todo. La persona con la que ha chocado aquella mañana ¡ha sido él! Se siente avergonzada. De todas las personas del mundo ¿por qué tuvo que ser él?

 - Ah… lo siento… - le dice – aún así, ¿no pudiste pedirme el dinero para la lavandería?
 - Tuve muchos problemas aquél día por esa mancha. El pago de la lavandería no es suficiente para mí.

Diana se siente un poco culpable e irritada al mismo tiempo. Juega un poco con la lata vacía entre sus manos. El chico agarra la maleta y la observa fijamente.

 - De ahora en adelante, camine con cuidado – le dice el chico y sigue su camino.

 Diana lo observa alejarse. ¿qué fue eso? ¿acaso está loco? Estripa la lata con fuerza y la arroja al pote de la basura. ¿por qué esta noche parece que todos me vencen? Primero Miguel, y luego, ese estúpido y sensual desquiciado.


 - ¿¡te ha dicho eso!?- le dice Yuri mientras almuerzan en un restaurante cerca de la oficina – es un poco extraño.

Sobre la mesa yacen algunos platos de kimchi y galbitang ya empezados.

 - Si, y creo que está loco ¿qué se cree? Y yo más tonta que fantaseaba con el como si fuera un guapo justiciero o algo así.
 - ¿es tan guapo como dices? – pregunta Yuri mientras bebe un poco de su jugo.
 - No puedes imaginarlo. Nunca he visto a alguien así aparte de los chicos que aparecen en esas revistas de moda. Es como si… se hubiera robado la belleza de todos los hombres.

 Yuri escucha con atención y se emociona tanto que se bebe todo el zumo de naranja.

 - ¿no será won bin?
 Diana la mira y se ríe.
 - ¡Qué dices! Si Won bin tiene treinta y siete. Pero si los comparara, diría que el loco es más guapo. Tiene ese aura de sensualidad de George clonney o Johnny depp.
 - Daebak … ya estoy curiosa. ¡No puedo imaginarme a alguien más guapo que él! Sin embargo, fuiste tú la que chocaste con él. No puedo imaginarme todos los problemas que tuvo…

 Diana carraspea un poco la garganta y cruza los brazos tratando de ocultar un poco su sentimiento de culpa.

 - Bueno. Ya dicen que no puedes andar por la calle comiendo porque pueden ocurrir ese tipo de accidentes. También es su culpa.

Yuri sonríe y continúa comiendo. En los últimos días, Diana se ha convertido en su amiga inseparable.

 - ¿no ha vuelto a llamar? – le pregunta Yuri
 - ¿quién?
 - Miguel
- No… siempre ha sido así. Esas típicas relaciones donde pareces estar encerrada en un laberinto sin salida. Quieres salir, no sabes cómo. Encuentras un camino y luego te pierdes. Ya estoy cansada de ese tira y trae. - ¿y qué piensas hacer? ¿regresarás a Colombia?
- No. Llegué aquí por mis propios méritos, es una oportunidad que no puedo perder. Será duro, pero tengo que olvidarlo.

 Mientras Yuri pide la cuenta, Diana piensa en la conversación. ¿Por qué no lo había pensado antes? Su vida estaba comenzando a girar en torno a él, perdiéndose en ese intrínseco laberinto… ¿pero acaso es el amor un laberinto? No, el amor no puede serlo.  Mierda. ¿Qué ha estado haciendo todo este tiempo?


 En cuanto llegan de almorzar, el jefe kim entra apurado a la oficina, se ha arreglado un poco el cabello pero no deja de verse extraño, sin embargo, eso indica un buen augurio. Reúne a todo el equipo. Todos saludan con una reverencia mientras el jefe kim agita en el aire algunos documentos.

 - Ha llegado un gran proyecto. Necesito la ayuda de todos
- ¡si, jefe! – gritan al unísono todos curiosos del nuevo proyecto
 - Pronto abrirán una gran franquicia de cafeterías en todo el país y han comenzado un concurso para ver qué empresa proporciona la mejor decoración en los puntos de ventas. Son muchos así que es un trabajo enorme y seremos los decoradores de cada una con un contrato permanente. Será una pelea dura, la franquicia ha convocado a todas las empresas posibles para concursar. ¡seremos grandes si coronamos este proyecto!

 Todos se miran entre sí entusiasmados.

 - Jefe, ¿tiene alguna propuesta para organizarnos? – pregunta Ji Hoon, el chico de cejas tupidas y cara redonda.
 - Haré lo mismo que la franquicia. Voy a dividir el equipo y van a competir por la mejor propuesta. El equipo con la propuesta ganadora irá a unas vacaciones a Jeju, con todo pago, el mejor hotel, la mejor comida acompañado por supuesto de un óptimo aumento salarial.

 Todos aplauden y algunos chocan las manos. Miradas suspicaces que se buscan y se eligen en medio de la multitud. El jefe kim nota aquellas miradas y anota:

 - Necesito toda la innovación posible. Ya he visto como algunos se buscan con la mirada. Pero la amistad no es posible en este proyecto. Se necesita cambio, mentes frescas, revolver la baraja. Voy a asignar los equipos y quiero que todos den lo mejor de sí – El jefe kim saca un pequeño sobre de su bolsillo – Aquí están los nombres de cada uno, sacaré al azar los primeros cinco y esos serán el primer equipo. – El jefe kim mete su mano dentro del sobre y saca cinco papelitos – Ahn Sujin, Kim Young Joong, Park Jiyeon, Lee Yeonkyu, Han Junho. Los otros, serán el equipo dos.

 Diana se siente aliviada. Le ha tocado con su amiga Yuri. Sin embargo siente una mirada fija sobre ella. El jefe kim la mira detenidamente y se acerca hacia ella con sus dos brazos extendidos y sus manos vueltas puños.

 - Diana. ¿sabía usted que tengo un pequeño lunar en el dedo del medio? Voy a pensar uno de los dos lugares en los que se centrará la investigación. Uno se encuentra en myeongdong y el otro, afortunadamente, se encuentra muy cerca de aquí. Si elige la mano con el lunar, no tendrá que ir tan lejos.

 Diana mira las dos manos que se extienden delante de ella. Elige la derecha. El jefe kim la mira un instante y la abre lentamente hasta tenerla completamente extendida y allí, en su dedo del medio, se encuentra el pequeño lunar. El jefe kim sonríe y Diana suspira aliviada.

 - Bien – dice el jefe kim con una sonrisa y extiende dos documentos a cada equipo – aquí están las condiciones. Espero que se pongan a trabajar lo más pronto posible.

 Todos vuelven a dar una reverencia y el jefe kim regresa a su oficina. El equipo de Diana se reúne en un salón amplio. Primero se sienta Yuri y aprovecha el tiempo para organizar su cabello corto; luego, el chico de las cejas tupidas. Diana se sienta a su lado. Al lado de Diana se sienta un chico que no ha visto antes. Es delgado, de estatura media con el cabello negro desordenado; tiene unas gafas de montura negra y un poco pasadas de moda, sus labios son delgados y la línea vertical que conecta su nariz con el labio superior, está fuertemente marcada.

 - Nice too meet you – le dice a Diana alargándole la mano.
 - Tonto, ella habla coreano.

 Hyunji, una chica elegante con el cabello largo y teñido de un café rojizo, le dice mientras se sienta a su lado. Tiene una frente ancha, una nariz pequeña y unos ojos enormes y brillantes. Diana la recordaba por haberse tomado casi todo el soju la noche anterior y andar como si nada.

 - ¿ah, si? – dice el chico de las gafas un poco apenado – Mucho gusto entonces, mi nombre es Jang Hyunjae. Siento no haber ido a tu fiesta de bienvenida la otra noche pero surgió algo entonces…
- No hay problema – le dice Diana y lo mira y piensa que es cute.
- ¿recuerdas mi nombre? es Kim Ji hoon – dice el chico de las cejas tupidas con una sonrisa
 - Claro que si – responde Diana
 - Wow es la primera vez que trabajo con una extranjera. Se siente refrescante

Yuri toma la palabra mientras guarda su espejo en su blazer.

 - Bien, el jefe kim ya lo ha dicho todo. Tenemos delante un desafío importantísimo y tenemos que ganarlo. Ya quiero tener mis vacaciones en Jeju y tengo muchas cuentas que pagar así que lo único que podemos hacer es ganar.

 Todos asienten.

 - ¿quién será el encargado en el grupo? – dice Ji Hoon cruzando los dedos sobre la mesa.
 - Que sea Hyunjae – dice Hyunji mientras se mira las uñas decoradas
 - Por mi no hay problema – dice Diana
- Por mi tampoco – dice Yuri
 - Entonces, está decidido – concluye Ji Hoon sin darle oportunidad a Hyunjae de hablar.
 - Muchas gracias – dice Hyunjae con una sonrisa tímida pero confiada y hace una pequeña reverencia desde su asiento.
 - ¡Oe, Hyunji! ¡Tus uñas están tan perfectas que me dan ganas de hacerme unas también! – le dice Ji Hoon a Hyunji que continúa viéndose las uñas.

 Ella cierra sus manos y las esconde bajo la mesa mientras lo fulmina con la mirada. Todos se ríen. El ambiente es amigable y piensan que, a lo mejor, pueden ganar. Yuri coge los documentos entregados por el jefe y los ojea rápidamente.

- Para comenzar, ¿alguien ya ha ido a la sucursal de sinsadong?

NOTA DE LA AUTORA: Me pareció divertido darle personalidad a cada personaje y no dejarlos al aire pues ellos no son muletillas de la historia y en el futuro podrían convertirse en piezas importantes y en otras historias alternas entretenidas. Hyunji es una chica bastante femenina, le gustan las joyas, sabe mucho sobre el amor y bastante orgullosa. Por otro lado, Ji Hoon es un chico muy humilde y divertido, siempre con una sonrisa en el rostro. Yuri es una chica dulce, entregada, femenina pero recatada y bastante frágil. En este sentido quise mostrar el carácter de la mayoría de las chicas coreanas. Por otro lado, Hyunjae tendrá una personalidad que ... no es lo que parece. Para los actores de este grupo de amigos, pensé en algo como:

YURI (Yoon Jin Yi)


HYUNJI (Lee Si Young)


DIANA (Martina Garcia)


PESADILLA

Sostengo con fuerza un cuchillo manchado de sangre. A pocos metros de mí, un charco de aquél espeso líquido escarlata comienza a formarse. Una mujer grita por detrás. Pero las imágenes son borrosas y oscuras. Suelto el cuchillo y salgo corriendo. Está lloviendo. Mis pies desnudos corren sin detenerse. La sangre de mis manos comienza a desaparecer con la lluvia. No tengo rumbo. El mundo comienza a dar vueltas y siento algo que aprisiona mi pecho.

Despierto. Estoy en mi casa en sinsadong. Mi corazón está tan descarrilado como en la pesadilla, estoy ahogado y aturdido. Me levanto y bebo un poco de agua. Corro las gruesas cortinas y abro la ventana. Mis ojos se ciegan con la luz y tomo un poco de aire fresco. Miro el reloj, 13:40. No he dormido nada. Mis ojos están tan pesados que se cierran automáticamente y decido recostarme en el sofá. He aprendido a controlarme pero los sueños siguen atormentándome. A veces me provoca darme un golpe en la cabeza y olvidarlo todo. Mi pasado, mi presente y reordenar mi futuro.

 Alguien toca la puerta. ¿quién podrá ser? Estoy tan cansado que me cuesta levantarme. Tambaleándome un poco, cierro la cortina y abro la puerta. Allí está ella, la extranjera, con sus ojos color chocolate, tan abiertos como platos y su cabello desordenado atado al azar con una pinza.

 - Good morning coffee girl.

 Ella me escanea de arriba abajo y luego su expresión cambia como si estuviera maquinando alguna historia rara en su cabeza.

 - ¿otra vez tú? ¿me estás siguiendo?
 - ¿seguirte? – le respondo - ¿por qué habría de hacer algo así?
 - ¿por qué no me dijiste que vivías aquí?
 - si te lo hubiera dicho, me habrías visitado todos los días.
 - ¡vaya! Así que eres uno de esos tarados.

 Me río un poco a pesar del cansancio. Sus ojos se mueven como si pensara en algo, y de repente, su expresión se relaja como si hubiera dado en el blanco. En sus manos lleva algunos documentos y los ojea rápidamente.

 - Lo siento, creo que me equivoqué ¿sabes dónde vive el casero?
 - Yo soy el casero

 Diana se ríe divertida pero no entiendo el motivo. En su rostro no hay ni una gota de maquillaje y su gesto irónico me parece cautivador.

 - Estás bromeando
- ¿Me veo de broma?

 Se pone seria de repente. Hace una pausa demasiado larga, tal vez esté pensando en el algo o espera que yo le diga algo, de todas maneras, no importa. No sé qué piensa y no quiero saberlo.

 - Está bien, entiendo ¿puedes llamar a tu padre por favor?
 - Vivo solo
 - ¿vives solo? ¿y eres el casero? ¿no eres un estudiante todavía?

 Mi cabeza da vueltas. Mi cuerpo se siente tan cansado y débil… quiero detener este juego.

 - ¿vas a pagar? Estoy cansado.
 - Si me enseñas tu identificación, te pago
 - ¿qué? - Lo siento, pero tengo que asegurarme que no eres un estafador o algo así.

 ¿Estafador? Pierdo un poco la paciencia pero no quiero discutir. Entro a mi departamento y saco mi identificación de la billetera. Se la entrego.

 - Kang Woo Jin – lee ella en voz alta - veintitrés años...

 Suspiro exasperado y le arrebato de las manos mi  identificación.

 - ¿eres policía? ¿tanto interés tienes sobre mí? Por qué no mas bien, salimos los dos juntos esta noche y respondo en privado todas tus preguntas.

 Diana me lanza una mirada matadora de esas que te traspasan y te destruyen por dentro. Extiende su mano y me entra el sobre con el dinero.

 - Si me llego a enterar de que eres un fraude, te la verás con la policía – me amenaza
 - Qué lástima, tan joven y pareces una vieja.

 Ella respira profundo y frunce los labios. Su mirada aún no cambia y sin decirme nada regresa a su apartamento. No le doy importancia al asunto. No me importa su reacción, tampoco me interesan las amistades. Cierro la puerta tras de mí empujándola con el pie y regreso a mi cama tambaleándome del sueño. Mis ojos se cierran de inmediato. Sólo he dormido tres horas. Tengo miedo. Un miedo terrible de dormir. Y un nuevo sueño comienza, pero no es la pesadilla de siempre. En él, estoy corriendo alrededor de un pequeño lago en el jardín del castillo changdeok. Mi madre, distraída, toma algunas fotos a las construcciones con tejados curvos y columnas de madera pintados de rojo y verde. Trato de acercarme a ella pero tropiezo y mi rodilla choca contra el suelo de piedra. Lloro. Mi madre corre hacia mí preocupada y tras sacar un pequeño pañuelo del bolsillo, seca mi rodilla lastimada. Ella me sonríe y dejo de llorar. La brisa fría de otoño mece las ramas y los rayos del sol se filtran entre las hojas verdes y rojas, iluminando su rostro como un ángel. Poco a poco el viento se calma y los rayos de luz desaparecen, en ese instante, mi madre desaparece, y en su lugar, está aquella chica extranjera sonriéndome hermosamente mientras lleva un mechón castaño por detrás de su oreja.



 Suena la alarma y me despierto alterado. No puedo recordar la última vez que tuve un sueño de ese tipo. ¿Acaso fue un sueño? ¿Por qué? … Mi mente está bloqueada. No pienso correctamente. ¿era mi madre o era ella? Esos ojos grandes y dulces… No. No. Cálmate. Las lágrimas comienzan a manar de mis ojos. Tengo frío. Respiro profundo e intento recuperar la compostura. Los músculos de mi cuerpo están distendidos. Mi cuerpo había olvidado lo que era un buen sueño. A mi lado está el sobre con el dinero. Es verdad, ella estuvo aquí hace un rato y de inmediato viene a mi mente la imagen de ella sonriéndome en el sueño. Los músculos de mi cara también están relajados. No, no es eso. Estoy sonriendo.

 Suena el motor con un fuerte rugido. Los dos cilindros de mi Ducati 848 Evo color blanco, escupen un humo transparente. Acelero y salgo a toda velocidad desde el garaje de mi edificio. Primera, segunda, tercera. Mientras cruzo el puente de hannam escucho a través de mis auriculares Too Late de 2LSON y la canto a viva voz:

 Tenía miedo 
El anhelo se hace más grande 
Aquellas épocas vuelven a ser dolorosas 
Yo no sabía 
Que íbamos a sufrir tanto 
La única que era la luz de mi vida 
Perdóname por haberte hecho sufrir. 

 Y tomo la avenida a lo largo del río Han pero una pequeña línea de árboles y otro extenso carril me impiden verlo. Llego a la intersección del puente de seokang y giro en una calle hacia la estación de sangsu. El paisaje se transforma. Edificios altos, calles amplias, adelanto algunos coches en doble vía. La universidad de Hongik está cada vez más cerca pero me desvío y recorro varias calles hasta detenerme en un suntuoso bar con fachada de madera a unas pocas cuadras del campus.

 Jóvenes de mil colores, peinados de moda, hombres riéndose y chicas tomándose fotos haciendo gestos con sus manos para lucir su quijada más pequeña. Pero ninguna que me llame la atención. Música electrónica y hip-hop de fondo. Copas que suenan y cervezas que se destapan. Trato de abrirme paso entre la multitud y estiro un poco la cabeza en busca de mí amigo. Luces rojas y púrpuras. Algunas parejas se sientan en la barra y en las mesas de las esquinas, los grupos de amigos. Las chicas me observan y se sonrojan, conversan entre ellas y me señalan, pero soy indiferente. Alguien me llama desde algún lado. Giro la cabeza en varias direcciones hasta que una mano me toma del hombro.

 - ¡no creía que vendrías hoy! – me grita un chico alto y delgado, con los pómulos un poco prominentes y el cabello largo y negro atado en una coleta. Es Tae Ho. Ese loco idiota que siempre me ha apoyado en todo lo que haga. Ese amigo casi hermano del alma. Nos sentamos en la barra y dejo el casco sobre ella
 - Parece que el bar va bien, Tae Ho – le digo mientras detallo el lugar.
 - ¡Claro! Sabes que soy popular en Hongik. Todos tienen que ver conmigo y los rumores sobre ti se han extendido entre las chicas. Muchas vienen aquí con la esperanza de verte, y a su vez los hombres las siguen en busca de un chance, es como círculo vicioso. Mientras sigas visitándome de vez en cuando este negocio será un éxito.

 Sonrío.
 - ¿no te estarás aprovechando? – le digo
 - ¡No es así! ¡Es una colaboración mutua!

 Tae Ho llama al barman. Pido una cerveza y él, un Gin Tonic. Tae Ho se acomoda la coleta y se sube las mangas de su camisa azul marino. Al fondo suena una canción de Daft Punk.

 - Papá dice que lo visites – me dice en un tono serio. Callo por un momento y fijo la vista en la barra. El padre de Tae Ho es como un padre para mí pero en este momento… – lo siento por mi viejo ¿sabes? Creo que se preocupa más por ti que por mí.
 - Entiendo
 - No lo tomes a mal. Es sólo que… se siente un poco responsable.
 - Lo haré – y lo miro a los ojos – lo visitaré dentro de poco. No te preocupes.

 El barman llega con los tragos. Tae Ho enciende un Marlboro.

 - ¿algo nuevo? – me pregunta.
 - Todo es lo mismo. Ir a mi trabajo, tratar de terminar el bachillerato, dormir… - y el recuerdo de la extranjera viene a mi mente como un flashback – hace poco llegó una nueva vecina.
 - ¿ah si? ¿cómo es? ¿es linda o es otra anciana como el resto del edificio?
 - No, no. Es una extranjera.
 - ¿de Estados unidos?
- Colombia
- Colombia… ¿qué hace ella aquí?
 - No lo sé. Le ayude a llevar la maleta a su apartamento y resultó vivir en mi edificio
 - ¿la ayudaste? ¿tú? Wow. Nunca haces cosas como esas. ¿te sientes bien?
 - Sólo estaba un poco curioso. Realmente no sé qué me llevó a ayudarla, fue algo instintivo.
 - ¿te gusta? – la pregunta Tae Ho por poco devuelve el poco de cerveza que tenía en la boca.
 - ¿estás de broma? Apenas la conozco. Ya sabes que no quiero tener nada con nadie.
 - Es verdad. Sólo bromeaba… Hablando de eso, Inae ha estado preguntando mucho por ti. ¿no irás a verla?

 ¿Inae? Mi rostro se torna serio y lo miro duramente

- Por favor, dile que no quiero verla más ¿hasta cuándo ella seguirá así?
 - Ella te ama mucho
- ¿Y por eso debo amarla también? No sé cómo hacerle entender que no quiero nada con ella.

 Silencio. Tae Ho cambia el tema y me habla de los asuntos del bar, de su última novia, del nuevo BMW que acaba de comprar. Reviso la hora. El tiempo se ha ido volando. Bebo el último sorbo de cerveza, tomo el casco y me despido de Tae Ho quien estrella su cigarrillo contra el cenicero. Pero antes de irme, le hago una última aclaración.

 - Si vuelves a ver a Inae, por ningún motivo le digas donde vivo.
 - Como quieras. ¡suerte en tu trabajo!

 Salgo del bar. Miro el reloj. Son las ocho y media. Si no me doy prisa, llegaré tarde. Enciendo la Ducati y parto a todo gas de regreso a Sinsadong.



 En alguna avenida no muy lejos de casa, me detengo esperando el semáforo. Y en la distancia, distingo a alguien. Una chica con un vestido blanco y el cabello trenzado camina torpemente observándose los pies. Luce cansada. Es ella, no hay duda. El semáforo cambia pero llevado por una peligrosa curiosidad, me acerco al andén y comienzo a seguirla a una baja velocidad. Diana se detiene un par de veces. Se examina los talones lastimados por sus zapatos y se da unos golpecitos en los hombros para aliviar el estrés. Está hermosa, como aquél día en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez y sentí como ella se abrió paso dentro de mí hasta despertar fácilmente algo que me había esforzado por retener, aunque no supiera qué exactamente. Reacciono <Pero, qué estoy haciendo?> y en el momento en que decido partir, Diana se da la vuelta y extiende su mano mirando por encima de mí. Asustado, bajo el panel del casco para evitar ser descubierto. Y en ese instante, una bicicleta pasa a su lado a toda velocidad y le agarra el bolso << ¡qué tonta! >> pienso en voz alta y, sin pensarlo, acelero, giro en la próxima esquina y freno. El chico de la bicicleta no espera aquél obstáculo y frena en seco. La bicicleta va hacia adelante y el chico sale disparado sobre mí cayendo de espaldas contra el asfalto. Baja de la motocicleta y recojo su bolso, pero está roto. Diana llega jadeando un poco después pero aliviada. Me da una reverencia y me agradece.

 - ¿estás bien? – le pregunto tratando de cambiar la voz por una más gruesa mientras le ayudo a recoger las cosas esparcidas por el suelo. 
- Estoy bien. Muchas gracias – me responde ella también recogiendo sus pertenencias – ¿se lastimó?
- No. Estoy bien. 

 Sus ojos grandes me observan fijamente. Tal vez me haya reconocido. No, no puede ser. A lo lejos el sonido de la policía que se acerca, desvía su atención. Suspiro aliviado y subo a la motocicleta lo más rápido posible. No tengo tiempo para hacer declaraciones, un atraso y estoy muerto. Diana termina de recoger sus cosas. Quiero llevarla pero eso implicaría revelar mi identidad ¿No quiero que descubra mi verdadera identidad? ¿en qué estoy pensando? No soy el tipo de persona que ayuda a cualquiera ¿por qué habría de hacerlo ahora? Diana se acerca y me entrega una tarjeta de presentación un poco arrugada.

 - Disculpe, me gustaría agradecerle su ayuda, si usted desea, me gustaría invitarlo a cenar algún día. 
- No tiene por qué 
 - No, no. Le estoy muy agradecida, casi pierdo mis papeles… por favor, acéptelo.

 La guardo en el bolsillo de la chaqueta. Prendo la moto y acelero. En un instante estoy por girar y subir por la vía en Garosugil pero el rostro de la chica permanece indeleble en mi memoria. Su cabello castaño un poco ondulado, sus manos pequeñas, su sonrisa tan luminosa y aquellos ojos que parecieron abrir algo que aún no puedo explicar. Otro semáforo en rojo ¿qué es éste sentimiento de culpa? Hay dos caminos: girar a la derecha o darle la vuelta a la manzana hacia la princesa en apuros. La gente pasa de un lado a otro de la calle. Miro un camino y el otro. Tal vez ella ya no esté ahí. Aprieto el manubrio. A lo mejor ya se ha ido. No, no quizá no ha conseguido un taxi. El semáforo titila y la luz cambia a verde. Ahí van otra vez mis decisiones impulsivas y en unos pocos minutos me encuentro de nuevo en la calle del accidente. Retiro mi casco y trato de buscarla, pero allí no está y tampoco el ladrón. ¿Pero qué estoy haciendo?... Ella es sólo una vecina. 

 Abro la puerta de mi departamento. Y cruzo el pequeño corredor de la entrada que desemboca en un comedor con mesas y sillas de estilo moderno. A un lado de ésta, hay una pequeña cocina abierta y bien dotada. La recámara está separada del comedor por un muro bajo y las únicas puertas que permito tener son las del baño y un closet gigante para guardar la ropa. Todos mis trajes de lujo están ordenados por colores al igual que los pantalones. Los zapatos están dispuestos en fila y ordenados de arriba abajo en una sola pared. En una esquina, hay una mesa de madera con relojes rolex, Hublot, Audemars Piguet y Panerai. No hay nada fuera de lugar, todo está en orden. Tomo una ducha rápida y me visto con un traje negro de Louis Vuitton, una camisa azul oscuro metálico de Versace y una corbata negra. Ordeno mi cabello de manera profesional y reviso mi apariencia por enésima vez ante el espejo. Enfrente del comedor, están mis tesoros sobre una mesa sencilla de madera. Son varias maquetas de edificios, casas y parques todas perfectamente talladas en una madera fina. Las detallo con atención. En todos aquellos lugares hay miles de recuerdos. Pero es pasado. No hay más lugares que desee guardar en forma de maquetas. Despabilo. Encima de ella hay dos celulares y un estuche pastillero. Una, dos, tres pastillas y me las trago de una sola vez, sin agua. En uno de los celulares aparece un mensaje: “Hotel Gran Hyatt, búscame en el bar. Muero por verte”. Lo apago y lo guardo dentro del bolsillo de la chaqueta. 

 Salgo del departamento y observo por un instante la puerta de la chica del café ¿habrá llegado? Aflojo el paso en la escalera y salgo a la calle. En lugar de la moto, el que ruge ahora es un Audi S6 negro. Un coche increíble, asientos de cuero y huele a nuevo. Acelero, las ruedas chirrían y tomo la avenida principal. Algo llama mi atención: un hombre latino de mediana estatura y bien parecido baja de un taxi y se adentra en el callejón. Le sigo el rastro por el retrovisor hasta que desaparece. Mi corazón parece alertar algo ¿quién será?

NOTAS DE LA AUTORA:  Hola! más adelante verán las sorpresas que traerá este personaje. Tenia un poco de dudas sobre el nombre de este chico. Al principio lo llamé Ryouma (nombre japonés) pero, por consejo de un amigo coreano, decidí darle un nombre coreano, Kim Woo Jin a nuestro protagonista. Realmente me ha sido muy difícil encontrar a un actor o cantante que se parezca a él (no lo hay T.T) pero hay algunos que tienen por separado diferentes aspectos de Woo Jin. ¿qué piensan ustedes? ¿algunas otras opciones? :P

Este chico Kim Soo Hyun, tiene el cuerpo y la altura. 



Aunque es bajo. No hay nadie mejor que tenga los ojos, la sonrisa y el aura mística de Woo Jin como Kim Jaejoong ex miembro de DBSK







En estos días, vi por casualidad una imagen de un nuevo album de la banda de U Kiss que me sorprendio mucho! aunque él no sería apto para el papel, pero la imagen es bastante similar al protagonista. El chico de la foto se llama Ellie o algo asi jajajaja 



QUIERO QUE ESTE DIA TERMINE

El domingo por la mañana, Diana está ocupada. Escucha los viejos discos de Héctor Lavoe porque es inevitable no sentir un poco de nostalgia por su país. Y baila y canta mientras limpia su casa. También espera el carro de las entregas que trae el resto de su equipaje. Su celular no ha sonado en toda la semana. No hay rastro de Miguel, pero ya no le importa. Como dijo Carlos Santana “cuanto más nos aferramos a querer seguir viviendo en el pasado, menos vivimos nuestro presente”. Y así quiere vivir ella, sin tener nada del pasado a lo que aferrarse. Si Miguel quiere luchar por ella tiene que correr en su presente. Se detiene luego frente a la puerta. Todo está reluciente, impecable. Ni una mota de polvo. Y en ese momento, recuerda algo importante: pagar el alquiler. Se golpea la frente con la palma de su mano. ¡Desde que llegó no ha visitado al casero y también se ha retrasado! Diana corre al cuarto y abre el armario, revuelve cuanta cosa pasa por delante y encuentra un pequeño sobre con dinero. Revisa el número de apartamento del casero. 702. No puede ser.

 Diana sale rápidamente y se detiene en el departamento del lado. Su mano tiembla un poco de la vergüenza antes de tocar. Juega con el sobre, detallándolo un poco, aunque no haya mucho que detallar. Repasa en su mente algunas disculpas pero no se le ocurre nada. La puerta se abre momentos después. Diana levanta la mirada. En frente suyo hay un chico rascándose su cabello vino tinto oscuro con una camisa blanca estilo esqueleto y un pantalón de pijama a rayas. Apoya su cuerpo en el umbral de la puerta y la observa adormilado y sin sorpresa alguna en su rostro. Caso contrario de Diana que lo queda mirando con sus ojos tan abiertos como platos.

 - Good morning coffee girl – la saluda con su voz adormilada, cálida, sensual y maliciosa.
 - ¿otra vez tú? ¿me estás siguiendo? – se le escapa y luego se calla ante su imprudencia. Pero a él no parece molestarle.
- ¿seguirte? – le dijo con una voz lenta y despreocupada - ¿por qué iba a seguirte?

 Diana no le responde. Se queda muda delante de él pensando que cada vez que se lo encuentra su vida se torna en un absurdo absoluto. ¿Cómo es él capaz de crear situaciones tan irreales? Diana lo detalla un instante. Su cabeza está recostada contra el marco de la puerta y sus ojos se mantienen cerrados a punto de caer en un sueño REM. Ella mira la hora, 1:47 de la tarde. Es un perfecto holgazán. Pero aún en pijama se ve guapo. Su camisilla deja ver un torso bien definido y trabajado. Sus brazos fuertes, su piel blanca y sus pestañas largas y negras como sus ojos. La mente de Diana comienza a perderse ante aquél cuadro hasta que cae en cuenta y despabila. No. No. No. No es posible encontrarse con alguien tantas veces. Aún si vivieran cerca, las posibilidades de que fuera mi vecino son escasas. En todo caso, si sabía desde el primer día que vivo aquí…

- ¿por qué no me dijiste que vivías aquí?
 - si te lo hubiera dicho, me habrías visitado todos los días.
 - ¡vaya! Así que eres uno de esos tarados.

 El chico sonríe y todo se detiene por un instante. Unos pequeños surcos a lado y lado de sus labios, decoran sus dientes blancos y perfectos y sus ojos rasgados se empequeñecen hasta formar dos líneas negras y curvas. De repente, y en una pequeñísima fracción de tiempo, su rostro triste y luminoso pareció esparcir luz a su alrededor, acelerando su corazón. ¡Contrólate! No puedes dejarte engañar por el físico, las flores más vistosas son las más peligrosas. Él no puede ser mi casero, debe haber un error. Diana revisa los documentos del apartamento que llevó por si faltaba algo.

 - Lo siento, creo que me equivoqué ¿sabes dónde vive el casero?
 - Yo soy el casero – le dijo

Diana se ríe divertida. Piensa que es una broma.

 - Estás bromeando
 - ¿me veo de broma?

El rostro serio del chico la hace poner seria también ¿estará hablando en serio? A lo mejor sólo le ayuda a su padre.

 – Está bien, entiendo. ¿puedes llamar a tu padre por favor?
– Vivo solo
– ¿vives solo? ¿y eres el casero? Pareces muy joven...
- ¿vas a pagar? Estoy cansado.
 - Te pago cuando me enseñes tu identificación.
 - ¿qué?
 - Lo siento, pero tengo que asegurarme que no eres un estafador o algo así.

Ella encuentra los datos del arrendador “Kang Woo Jin, 701”. El chico la mira y pierde la cabeza. Pero no dice nada, sólo entra y sale con su identificación en la mano. Ella lo toma. No puede creer que en una foto donde todo el mundo queda mal, él luce como en un retrato de modelaje. Pero no hay nada raro. El nombre es el mismo.

 - Kang Woo Jin… - Diana mira su fecha de nacimiento y lee en voz alta – veintitrés años

 Él suspira exasperado y le arrebata la identificación de las manos

- ¿eres policía? ¿tanto interés tienes sobre mí? Porque no más bien, salimos los dos juntos esta noche y respondo en privado todas tus preguntas.

 ¡Qué chico tan arrogante! Piensa Diana mientras extiende el sobre con el dinero.

 - Si me llego a enterar de que eres un fraude, te la verás con la policía – le amenaza
- Qué lástima, tan joven y pareces una vieja.

 La luz pronto se convierte en un fango lleno de mierda y Diana regresa a su casa enfadada.

 Ya anocheciendo, Diana queda con su equipo de trabajo en la sucursal de la franquicia en sinsadong garosugil. Es una pequeña casa de dos pisos con mesas y sillas de madera de color negro, rojo y blanco. En el primer piso, todo es muy tranquilo, un recibidor de roble pintado de rojo y unos mostradores con toda clase de pan y postres. El segundo piso está decorado con flores, cuadros pop-art y al fondo, otro recibidor de roble sin pintar. Yuri la espera sentada en el segundo piso. Lleva un vestido de flores y su cabello corto recogido en una diminuta colita. Ella mira la pantalla de su celular, una leve sonrisa casi contenida le ilumina el rostro. La sonrisa del amor, de los sueños. Es curioso lo sencillo que resulta identificarla de las demás sonrisas. Diana se acerca, está informal, pero guapísima. Lleva un vestido blanco por encima de las rodillas, una pequeña correa en su cintura y el cabello trenzado.

 - ¿por qué tan feliz? - le saluda Diana con picardía.

 Yuri sonríe y se queda mirando la pantalla de su móvil.

- Es mi novio – le dice y le enseña la imagen de inicio. Un chico con el rostro tierno y ojos grandes y brillantes mira hacia un lado desprevenido mientras sostiene un zumo.

 - ¡Qué Cute!
 - Lo acaban de contratar en Hyundai, consiguió un buen puesto y quiere que vayamos a celebrarlo más tarde.
- ¡Qué suerte tienes! ¿y cuánto llevan?
- Salimos desde el bachillerato
 - Jooo… y yo que pienso que mi relación es demasiado larga. Prometo no volver a decir nada de nuevo. Eso debe ser amor puro.

 En ese mismo instante Hyunjae y Hyunji llegan. Saludan con una pequeña reverencia y se sientan.

- ¿dónde está Ji Hoon? – pregunta Yuri.
 - Acaba de mandar un mensaje y dice le surgió algo urgente y que no podrá venir – responde Hyunjae mientras se quita la chaqueta y la deja en su regazo
 - ¿ya han ordenado algo?
- Estábamos esperándolos – dice Diana.

 De inmediato una chica con apariencia de universitaria viene a tomarles la orden. Después, Hyunji extiende unos planos sobre la mesa.

 - Éstos son los planos del sitio – dice – en total son dos pisos. El primero luce como un lugar en el que estás poco tiempo pero el segundo creo que es un poco más atractivo.
 - Es verdad – dice Yuri – si paso por aquí y veo el interior por primera vez no es tan llamativo. Si pudiésemos pasar algo del ambiente del segundo piso al primero…
- Es una idea corriente – le interrumpe Hyunjae.

Yuri le hace mala cara.

 – tenemos que renovar este lugar.

 La chica llega con la orden: cuatro ice americano, un pan dulce y una tarta de chocolate. Diana hace espacio y dejan todo en una esquina. Hyunji se abalanza sobre su torta y comienza a comerla. Deja su cuchara en la boca, abre su bolso y saca un folio con algunas imágenes. Yuri, las toma y comienza a mirarlas una por una.

 - Como no es un proyecto normal, consulté un poco sobre las mejores cafeterías del mundo. El café Tortoni en Buenos Aires, Café Florian en Italia, Café de la Paix en París, D’espresso Café en New York, El Brother Baba Budan en Melbourne, El Café des chats y el Hammock Café.
 - ¿El café des chats? – le dice Hyunjae a Hyunji quien se siente orgullosa con su trabajo
 - Si
- ¿Cómo el café GioCat en Hongdae?
 - Exacto
- ¡creativo! – le dice con sarcasmo
- Bueno, bueno – interrumpe Diana antes de que Hyunji tome de nuevo la palabra – tampoco queremos cosas tan exóticas, eso puede reducir la clientela. Tiene que ser algo novedoso y que vaya bien con todo el mundo.

 Todos siguen proponiendo. Se acaban sus cafés. Hyunji pide más torta. Se dividen el trabajo. Quién hará la valorización, los contactos, el diseño, la investigación… Salen del sitio y deciden dividir caminos para mirar los interiores de las cafeterías cercanas. Diana elige el lado oeste. Se despide de todos y cruza la calle. Mientras camina nota la cantidad de cafeterías que casi parecen acumularse a lo largo de la calle. Suspira. De inmediato, siente que alguien camina a su lado. Ella voltea. Es Hyunjae.

 - No luces muy alentada – le dice Hyunjae. Diana sonríe.
- Es un poco espeluznante ver todas esas cafeterías. ¿vas a coger el mismo camino?
 - No, doblaré en la esquina. Creo que empezaré por ahí. Si no te molesta, te acompañaré hasta ahí– dice él un poco tímido.
 - No. Voy a pasarme de calle
 - ¿eh? – los ojos de Hyunjae se abren sorprendidos.

Diana se ríe.

- Es broma. Caminemos juntos.

 Hyunjae sonríe de nuevo y sus ojos rasgados se convierten en una pequeña línea tras sus lentes. Hasta el momento Diana no había notado la pureza de la voz de Hyunjae y la corrección de sus maneras. De hecho, era la primera vez que lo observaba detenidamente porque Hyunjae, el contrario de Woo Jin, no posee un aura capaz de abarcarlo todo sino que es más bien como la pequeña guarida de un oso en invierno.

 Caminan a la par sin decirse nada. Diana se siente cómoda después de mucho tiempo. Estar con Hyunjae era como ir a la playa a tomar el sol con una buena cerveza en la mano. Pronto él se detiene. Es una ley de la vida. Los buenos momentos pasan rápido.

 - Giro aquí. Espero verte pronto
 - Yo también. Que tengas una buena noche

Hyunjae sonríe y se aleja caminando de para atrás para no perderla de vista. Y sigue así hasta que choca contra un poste. Diana se ríe y Hyunjae, apenado, se da vuelta y sigue su camino.

 Diana recorre las calles revisando cada cafetería de todo tipo, tamaño y estilo posible. Toma fotos de detalles especiales en cada lugar, anota algunas especificaciones en su libreta y, una que otra vez, hace esbozos rápidos de algún diseño que viene a su mente. Los pies comienzan a dolerle. El tiempo se torna frío. Diana decide regresar a casa. Se detiene en un andén próximo y estira su brazo para tomar un taxi. Pero ningún taxi se detiene. En cambio, un chico en una bicicleta pasa rápidamente y agarra el bolso de su brazo. Diana no reacciona. Cuando toma conciencia de la situación, el chico ya ha avanzado un trecho de la calle. Ella corre detrás de él intentando alcanzarlo y grita “ladrón, ladrón”. Todos los transeúntes se detienen y observan aquella escena tan poco común. Un robo. El ciclista continúa su camino hasta el final de la calle pero justo cuando va a cruzarla a toda prisa, una motocicleta se atraviesa en su camino. El ciclista para en seco. La bicicleta va hacia adelante y el chico sale volando por encima de la moto cayendo de espaldas al otro lado. Intenta ponerse en pie pero el golpe ha sido tan grande que no puede mover su cuerpo. El dueño de la moto, desciende de su vehículo en su traje de cuero negro y agarra la cartera con la correa rota. Diana llega al instante. El casco del motociclista impide verle el rostro pero ella le agradece con una gran reverencia. Luego, se agacha y recoge algunas pertenencias que han rodado por el suelo y las mete de nuevo en la cartera. El motociclista también se agacha y le ayuda.

 - ¿está bien? – le pregunta el chico
- Estoy bien. Muchas gracias – le responde - ¿se lastimó?
 - No. Estoy bien.

 De repente, el fresco aroma de la lluvia aparece de nuevo. Ella lo observa con curiosidad durante un instante pero el sonido de la policía a lo lejos, la saca de su trance. El hombre se levanta y sube de nuevo a su motocicleta. Diana saca de su cartera una tarjeta de presentación un poco sucia por el incidente y se la entrega. - Disculpe, me gustaría agradecerle su ayuda, si usted desea, me gustaría invitarlo a cenar algún día.

- No tiene por qué
- No, no. Le estoy muy agradecida, casi pierdo mis papeles… por favor, acéptelo.

 El motociclista da una ojeada al ladrón que aún no ha recobrado el conocimiento. Y guarda la tarjeta en el bolsillo. Diana le da las gracias nuevamente y el hombre sigue su camino. La policía llega al instante y atrapa al ladrón. Diana respira aliviada. Las palabras de su madre vienen a ella como un flashback: Un ángel siempre llega en el momento adecuado y de la manera más inesperada.

 - ¿se encuentra bien? – le pregunta un joven policía a Diana mientras sus compañeros esposan al ladrón
 - Estoy bien. Una motocicleta se le atravesó y todo le salió mal
- Estábamos cerca y escuchamos el choque. Pero creo que necesita acompañarnos a la estación.
 - Lo siento oficial. Hoy he trabajado muy duro y quiero regresar a casa ahora. Minutos antes de que me robara iba a tomar un taxi rumbo a mi casa. Mis pies me duelen a morir y he tenido que correr con estos zapatos. No me importa lo que le hagan al chico, sólo quiero regresar a casa. El oficial la mira durante unos instantes y esboza una mueca de lástima.
 - Me gustaría dejarla ir, pero necesita colaborarnos por favor.

 Diana, resignada, sube a la patrulla de policía y la llevan hasta la estación. Allí, narra su testimonio a otros oficiales de la estación. El ladrón se mantiene sentado junto a ella con el rostro pesaroso. Diana lo observa. Es joven, tal vez esté en bachillerato, su ropa no parece costosa pero tampoco luce como si tuviera problemas de dinero.

 - ¡mocoso malcriado! – le grita el policía - ¿cómo puedes robarle a alguien? ¿no tienes vergüenza?
- ¡no es así oficial! ¡yo no pretendía hacer nada con su bolso!
 - ¿entonces que pensabas hacer? ¿ponértelo?
 - ¡no! Lo que pasa es… lo hice porque unos amigos me lo pidieron
- ¿qué?
- Quería salir con ellos, ya sabes. Me dijeron que si quería estar con ellos tenía que traer el bolso de una mujer.
- ¿qué dices? ¡¿y quieres salir con ese tipo de gente? Tú..

En ese momento, una mujer abre las puertas de la comisaría de un solo golpe. Todos la observan mientras ella barre el lugar con la mirada en busca de alguien. El chico se da cuenta de la situación y resbala un poco su cuerpo en el asiento. La mujer lo distingue y le da un fuerte golpe en la cabeza.

 - ¡Tú! ¡mocoso! ¿estabas robando? ¡ya verás que voy a robar tu alma cuando lleguemos a la casa! ¿alguna vez te ha faltado algo? ¿ah? ¿ah?

 El oficial estira su brazo y detiene el brazo de la señora que sigue golpeando a su hijo una y otra vez. Ella se vuelve hacia Diana y comienza a disculparse.

 - Señora, lo siento mucho. ¿quiere hacer un trato? Él es todavía joven y tiene muchas cosas que aprender. Por favor, comprenda.
 - Tranquilícese – le dice ella – ahora estoy muy cansada. Sólo quiero regresar a casa. No voy a llevar esto a juicio ni nada pero… - y vuelve su mirada hacia el chico - ¡ey, tú! Si vuelvo a encontrarte por ahí haciendo alguna cosa ¡no voy a dejarte ir! Y deja de estar con esa bandada de pillos. Puedes hacer algo mejor con tu vida.

 La situación se resuelve fácil. El oficial la acompaña hasta la salida y le pide un taxi.

 - Que tenga una buena noche. No piense mal. Este tipo de situaciones no es tan común aquí.
 - No se preocupe. Todas las cosas suceden por una razón.

 Después de un largo día, Diana al fin llega a su casa y su último suplicio es subir las interminables escaleras. Sus pies los siente hinchados y calientes. Y cuando al fin llega a la cúspide, alguien se levanta y se para en frente de ella. Diana lo mira como si fuese un espejismo. Es Miguel que la recibe con una sonrisa.